Hoy les voy a contar algo que sucedió en el bar Post·Data, el que tiene los buzones que van a las mesas de los clientes. Allí en el café me contaron una anécdota que no quería dejarla pasar.
Un muchacho, cliente de Post·Data, reiteradamente pidió que le vendieran uno de esos buzones chicos sin cerradura. Parece ser que el muchacho insistió mucho porque logró su objetivo y finalmente le vendieron un buzón, es verdad no se rían. El muchacho tenía un noble propósito para querer adquirir un buzón, lo necesitaba para poner dentro las alianzas y ofrecérselas a su novia pidiéndole matrimonio. Ante tal gesto de amor la gente de Post·Data se condolió y accedió a sus súplicas, le vendieron el buzón que necesitaba. Pasó un tiempo y este muchacho nuevamente visitó el bar, pero esta vez de la mano de su flamante esposa. Parece el guión de una película romántica, pero fue la realidad y ocurrió en un café del barrio de Recoleta en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Muchas veces pienso en tirar todo por la borda y no hacer más mis artesanías enteladas, que tan pocas ganancias me dan. Pero un gesto como el que acabo de narrar no deja de darme vueltas en mi cabeza, diciéndome que ese buzón lo hice con mis manos. La pasión, la dedicación y el amor que puse en el armado se vieron reflejados en una persona, que a su vez se lo transmitió a otra. Toda esta situación sin conocer a los protagonistas de esta historia de amor, que tal vez nunca lean estas líneas del autor de ese buzón con alianzas. El gesto de amor es de tal magnitud que merece que siga haciendo buzones de aquí hasta la eternidad. Mauricio Uldane artesano entelador
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Noviembre 2018
AutorMauricio Uldane Categorías
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